sábado, 3 de enero de 2009

TEORIA ECONOMICA Y REALIDAD


Teoría económica y realidad

La ciencia económica, en sus inicios, planteó la realidad económica de las naciones imbricada con aspectos de carácter social; de hecho, para los autores clásicos de la Economía, la actividad económica es una instancia que se da a través de las relaciones sociales, y que se establece bajo normas y convencionalismos que las instituciones tienen a garantizar en su perpetuación. Todo ello a través de un marco de derecho, desde luego.
Es patente el hecho de que, según lo concebían los pioneros de esta disciplina científica, las transacciones económicas entre los individuos se encontraban matizadas por los intereses que los mismos procuraban sostener y validar bajo la óptica de la propiedad privada, así como el comercio entre ofertantes y demandantes (mercado). Estos intereses identificaron a los grupos o clases sociales según se venía dando el reparto económico entre los interactuantes, materializado dicho reparto por el intercambio o interacción económica entre los individuos (relaciones sociales). A esto viene el criterio normativo de la ciencia económica, al cual se le identificó como economía política, la cual estaba inevitablemente cargada de juicios de valor (de humanismo).

Así, la disciplina nace como ciencia social, donde el Hombre es el sujeto de interés, y las cosas (llámese dinero, ahorro, PIB, etc.), sólo son un simple predicado en el estudio. La ciencia era sobre un aspecto de la vida del Hombre, el de sus actividades para vivir, perpetuarse, establecer su confort, entre otros anhelos. La ciencia era objetiva, y a la vez humana, calificativa y normativa, tenía moral -aunque suene anticientífico decirlo así.

La ascensión económica del Hombre, su mayor conocimiento sobre la naturaleza y el perfeccionamiento de las técnicas -de las cuales se vale para aprehenderse de los recursos que son la base de su subsistencia-, así como la maduración del sistema económico capitalista, ha ocasionado que la óptica original se confunda e invierta. La ciencia económica ha vuelto sus esfuerzos al estudio de las transacciones económicas, dejando atrás su interés original respecto al Hombre. Las relaciones económicas ya no se conciben como relaciones sociales, sino como relaciones ¡entre cosas! No importa su aspecto cualitativo, sino su cuantificación. Ahora el fin se confunde con los medios. Con ello nace la teoría económica (que se ha dado a llamar teoría económica burguesa), desde luego con un fondo que se nombra “positivo” y que más bien hace patente el estudio de la realidad económica “como es” y no “como debiera ser”. Así, cuando uno lee un texto moderno de economía occidental lo primero que nota es que el interés se centra en el estudio de las cosas tales como el PIB, la inversión, el dinero, los bienes o satisfactores, etc, pero ya no más en los Hombres. Ahora el sujeto de estudio son las cosas y los hombres aparecen como viles predicados de estas. La teoría económica se impone a la economía política, y con ello, los problemas sociales se pierden en una nueva lógica economicista. “Fetichismo de la mercancía” (citando a Carlos Marx), en su versión de acepción científica.

La ciencia económica queda desprovista de contenido social. Aspectos que implican consideraciones sociales tales como son la distribución del ingreso, el desarrollo, el bienestar, entre otras más, se vuelven categorías abstractas, o bien vacías, las cuales sólo pueden ser comprensibles a través de los intereses de una sola clase social: la burguesía.

Es durante el periodo de postguerra que la lucha entre ambas corrientes de la ciencia social (la economía política y la teoría económica), se va a sostener materializada en dos sistemas económicos que bifurcaron el mundo entre el orbe occidental y el oriental, o países de conformación predominantemente capitalista vs. Socialistas.

Con la caída del bloque soviético, y su inminente recesión dentro de sus áreas geográficas de influencia (inicios de los años noventa), todo hace parecer que la corriente en boga finalmente es la positiva, lidereada por las escuelas norteamericanas e inglesas.

La tesis de la economía anglosajona aplicada a las economías en vías de desarrollo a través de las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (antes Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento), han logrado finalmente sumir más a estas economías en crisis recesivas y recurrentes. Donde las administraciones públicas han delineado sus políticas con base a los juicios de los “hijos de Cambridge, Mass”. y los “Chicago Boy’s”, ejecutivos instruidos en las caras escuelas de América del Norte y trasatlánticas, que sólo han sabido aplicar lo que ortodoxamente -por no decir dogmáticamente-, se les enseñó, y que se resume en: endeudar más a sus naciones de origen, vender sus países (en valores no históricos sino contables y de manera asequible a la Inversión Extranjera), y “joder al jodido”, vía inflación y depauperio del salario. Y que al fin de sus administraciones acaban siendo titulares de alguna cátedra en sus “pre$tigio$a$” “alma mater”, allá en el extranjero. Desde luego, haciendo memorias sinópticas de cómo explicar los errores de diciembre, de enero, febrero marzo, abril ...

La tecnocracia en el poder, desplazando a las nefastas administraciones de los políticos; finalmente del desgaste de las economías subdesarrolladas por la corrupción de estos últimos, ahora en suma, la inflación, el endeudamiento y la venta de país (en “pedacitos”), vía privatizaciones de paraestatales en los mercados financieros internacionales, recetas de paliativos y placebos de los tecnócratas hijos bastardos del “tío Sam”, del “Ku Kux Klan” y del “Opus Dei”. Meretrices del capital.

La innovación en la mistificación científica burguesa es la generación de profesionales del “deje y maneje” de los “mínimos cuadrados”, padres de la “ciencia negra”, los cuales abiertamente admiten su menosprecio a la economía política y su sobre-especialización instrumentalista en teoría económica. Econometristas que han sido capaces de afirmar con base a sus “estadisgrafías” que, por citar un bochornoso caso: “por cada empleo que se genere en el sector público, se cierran dos vacantes en la iniciativa privada”, olvidando el principio de aceleración económica y del multiplicador del gasto público, de la propia teoría económica burguesa que les bautiza, así como del sentido común mas elemental. ¿empleo que genera desempleo? ¡o desempleo que genera empleo! ...

Con todo lo anterior, se tiene una ciencia económica occidental antieconómica. Ya no se trata de crear satisfactores con base a recursos escasos ante las necesidades crecientes de los Hombres. Sino que ahora –todo lo contrario-, se reproducen las necesidades, especialmente las superfluas, para que absorban la sobre-oferta de satisfactores; efecto de una sobrecapitalización y especialización de la producción. Finalmente la oferta crece más rápido que la demanda. El problema no radica en ello sino en el reparto económico con base a la apropiación de los medios de producción, así como de la irracionalidad de explotación de los insumos del propio proceso productivo, cuya razón se explica tras la óptica del simple lucro.

Para concluir: las cosas se comen a los Hombres, los enajenan, alinean y alienan al proceso de reproducción de las mercancías, cosificando a los Hombres y personalizando a las cosas (de nuevo Carlos Marx). La ciencia económica conversa a una disciplina que identifica las relaciones económicas entre los Hombres como relaciones entre las cosas. Que confunde el “haber” con el “deber”, la justicia con la legalidad –las cuales cada día están mas distantes una de otra-, el la herramienta con el fin, el estar con el ser, la eficacia con la eficiencia, lo estricto con lo superfluo; subjetivando la ciencia con la mentira. Sustentando la razón de la sin razón, o la sin razón de la razón.

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